¿Referendum En Guinea Ecuatorial?
Teodoro Obiang Nguema, quien dijo: “soy dictador porque dicto las normas”, de nuevo se ha propuesto materializar un fraude a la democracia y al estado de derecho. Lo hace convocando un “referéndum” para el 13 de noviembre del 2011, con el objeto de que “el pueblo” refrende unas modificaciones a la Ley Fundamental (Constitución) de Guinea Ecuatorial.
Todos sabemos que un referéndum es la expresión de la democracia directa, en cuanto supone someter al pronunciamiento libre de un pueblo soberano una determinada cuestión. El pronunciamiento deberá tener carácter vinculante para los poderes públicos que, derivada o representativamente, ejercen cotidianamente potestades y atribuciones cuyo único legítimo titular es precisamente el pueblo soberano.
Desde que Teodoro Obiang Nguema se hizo con el poder mediante el golpe de palacio acaecido el 3 de agosto de 1979, infringido a su tío Francisco Macías Nguema, ha venido regularmente cometiendo fraude y vaciando de contenido institutos e instituciones propias del estado democrático de derecho, con el único fin de mantenerse indefinidamente en el poder y, en su caso, controlar su propia sucesión.
En 1982 cometió el primer gran fraude al imponer una ley fundamental, constitución, cuya pretendida aprobación popular, ex referendo, no vino precedida de un proselitismo libre y plural, del mismo modo que su elaboración no se debió a una asamblea constituyente representativa y derivada de la voluntad de los distintos pueblos y sensibilidades políticas que fueran presentes en Guinea Ecuatorial. Esta preceptiva premisa era imposible que se cumpliera por el hecho de que no regían derechos básicos como el de asociación—estaban rigurosamente proscritos los partidos políticos—ni el de libertad de prensa y opinión.
Una vez impuesta la ley Fundamental de 1982, Teodoro Obiang Nguema, hasta entonces líder del “Consejo Militar Supremo” constituido tras el golpe de estado de 1979, consumó y sacó provecho del fraude auto-transformándose, a la sazón, en Presidente de la República, Jefe del Estado y del Gobierno, mediante la mera trasmutación de su traje: del hasta entonces terno militar habitual, al traje civil. Ahora bien, no dejó de mantener al tiempo, su calidad de militar y de más alta graduación de las fuerzas armadas nacionales. Para remate, las atribuciones que la Ley Fundamental le otorgaban, en cuanto Presidente de la República, le convertían en detentor absoluto del poder ejecutivo, del judicial, mediante la atribución de nombrar y separar libremente a todos los jueces y magistrados, y del Legislativo, al atribuirse no sólo iniciativa legislativa, sino también un derecho de veto insuperable para la Cámara Legislativa (ver Ley Fundamental de 1982 o Carta de Aconibe). En definitiva, se aseguró el monopolio de los tres poderes del estado. Es aún más ilustrativo el hecho de que tras la modificación operada de la Ley Fundamental en 1991, con la excusa de introducir el multipartidismo, obviando que la declaración de derechos fundamentales y libertades públicas que contenía la pretendida norma suprema ( art. 13) ya contemplaba los derechos a la libre asociación, reunión y opinión, el relator especial sobre el estado de los derechos Humanos en Guinea Ecuatorial, D. Alejandro Artucio, en el informe que presentó a la Comisión de la O.N.U. el año 1994, en el 50º periodo de sus sesiones aún apuntara esta circunstancia, el mantenimiento del monopolio de los tres Poderes del Estado por el Presidente, Teodoro Obiang Nguema.
Mientras se especializaba en la institucionalización meramente nominal o formal del estado, sobre la base de la Ley Fundamental, el año 1986 Teodoro Obiang Nguema, haciendo una vez más evidente su auténtica faz ideológica, fundó el Partido Democrático de Guinea Ecuatorial, (PDGE), instaurando así un sistema de PARTIDO ÚNICO, imitando el instaurado en su día por su tío Francisco Macías Nguema, cuando fundó en 1970 el Partido Único Nacional, PUN. Es una obviedad recordar que un sistema de partido único es incompatible con la pluralidad inherente a un estado verdaderamente democrático. En este marco, Teodoro Obiang Nguema, -tras asegurarse un año antes el control absoluto de la Cámara de Representantes del Pueblo, órgano legislativo, en unas pretendidas elecciones legislativas en que los candidatos del solitario PDGE coparon todos los escaños, atribuyéndose una victoria con una mayoría de más del 99% de los sufragios-, se postuló como único candidato presidencial a las elecciones que en 1989 había de convocar y celebrar para dar formal cumplimiento a las previsiones de la Ley Fundamental. Se autoproclamó elegido por una mayoría de casi el 100% de los votos. Estas escandalosas mayorías oficiales ilustran por sí mismas la nula credibilidad democrática de los pronunciamientos.
Empero, tras estos nuevos fraudes, Teodoro Obiang Nguema se topó con la imprevista realidad que surgió en la política internacional a consecuencia del desmantelamiento de la URSS y la caída del muro de Berlín. USA constituida en única superpotencia dominante se manifestó, por boca de su entonces presidente, Bush padre, por una política de promoción universal de la democracia, el respeto a los derechos humanos y la economía de mercado. Es decir, que se había acabado el tiempo de los dictadorzuelos y había que emprender procesos de transición democrática.
Teodoro Obiang Nguema interpretó esta nueva realidad en términos de que había que hacer baile de salón: introducir modificaciones formales y nominales para merecerse la consideración de demócrata. Además, se significó como alto estadista e intelectual de la “democracia a la ecuato-guineana”, que no aceptaba “ideas importadas” y se implicó en un teatro que denominó “ensayo democrático”(sic), al que se sigue refiriendo 20 años después, convirtiéndolo en “eterno” . Obiang acudió a sus maneras de siempre para modificar la Ley Fundamental, en 1991, obviando por completo que la legitimidad democrática descansa sobre la base del respeto y sometimiento a la soberanía popular. La excusa fue introducir el multipartidismo. No cayó en la cuenta de que el multipartidismo descansa en la vigencia de los derechos fundamentales a la libertad de asociación reunión y opinión, que formalmente venían ya enunciados en la Ley Fundamental.
Subsiguientemente al año siguiente, 1992, disolvió su gobierno y nombró otro que denominó “de transición”, a pesar de que todos sus componentes eran altos militantes del PDGE. Además, promulgó una Ley de Partidos Políticos que contenía limitaciones que no se pueden explicar si verdaderamente buscamos la libertad y la democracia: la exigencia de que fueran de ámbito nacional y que en ningún caso pudieran denominarse como los que hubieran existido en el periodo dignificante en que se desarrolló la lucha por la Independencia del país. De otro lado, contenía el principio de incompatibilidad que ha de afectar a los miembros de la milicia y a los del poder judicial. Por obvias razones de sometimiento al legítimo poder civil, en una democracia los militares profesionales no pueden militar en un partido político, del mismo modo tampoco los jueces, para preservar la necesaria imparcialidad que ha de acompañar la labor jurisdiccional.
Pues bien, Teodoro Obiang Nguema es un dictador, de un talante tan anacrónico en los tiempos que corren, que ni tan siquiera es capaz de someterse y cumplir las leyes que él mismo promulga a su antojo. A pesar, o quizás por ello mismo, de garantizarse constitucionalmente la inmunidad al haber previsto, desde el inicial texto de la Ley Fundamental de 1982 la inmunidad del Jefe del Estado al declarar su persona inviolable antes y después de su mandato, art. 32, lo que refuerza con una disposición adicional, introducida en la modificación de la Ley Fundamental, operada en 1991, que establece que siquiera podría comparecer en ningún tipo de juicio y en ninguna calidad. Aún así tampoco se somete a sus propias leyes. Y decimos “propias” porque la labor legislativa en G.E., no nace de una verdadero poder legislativo legitimado por y sometido a la soberanía popular, que habría de representar.
Es significativo que en G.E. todos los altos mandos de la milicia, comenzando por el propio Capitán General Teodoro Obiang Nguema, máximo grado militar del país, continuando por su hijo Teodoro Nguema Obiang, alias “Teodorín”, Teniente Coronel, no sólo son activos militantes del PDGE, sino que ostentan su liderazgo como Presidente y Vicepresidente, respectivamente, del partido en el Poder. Ante estas tesituras ¿cómo darle la más ínfima credibilidad a que en Guinea Ecuatorial se va a celebrar un verdadero referéndum y que su resultado dependerá de la voluntad popular libremente expresada?
Desde el inicio en 1992 de lo que Obiang Nguema llamó proceso de transición y de ensayo democrático, no se ha producido ningún avance real y la situación en GE sigue siendo de ausencia de derechos y libertades fundamentales y su sistemática y cotidiana violación, tal y como ahora mismo está sucediendo en el país, con muertes de personas a manos de las fuerzas de seguridad, con total impunidad de los responsables, detenciones arbitrarias de personas y su tortura en los centros de detención, las represalias, amenazas, la intromisión ilegítima y la cooptación de miembros relevantes de los dos únicos partidos en el interior, Unión Popular y Convergencia Para la Democracia Social, que aún parecen mantener ciertos márgenes de disidencia política. A estas alturas el dictador Teodoro Obiang Nguema evidencia que sus únicos referentes políticos son el franquismo colonial y la dictadura nguemista instaurada, en 1969, por su tío Francisco Macías Nguema. Por eso hoy en G.E. impera un régimen autoritario.
Ni la legalización de más de una docena de partidos políticos, ni la mediación, en 1993, del ex-presidente del gobierno español D. Adolfo Suarez, ni la suscripción en 1993 del rimbombantemente denominado Pacto Nacional han servido para otra cosa que constatar cómo Teodoro Obiang Nguema sistemáticamente ha incumplido las promesas de apertura, no ha descansado hasta desmantelar la escasa disidencia interna expresa, ha reiterado en los fraudes de los procesos electorales convocados, siempre ganados por mayorías de más del 95%, lo que ha conducido a que hoy en día G.E. es un estado meramente formal, con muy graves carencias institucionales, jurídicas, sociales y económicas, en que un tercio de su población permanece en la diáspora por estas causas y más del 70% se ha de desenvolver en los índices de la más extrema pobreza, como ilustran todos los indicadores que se conocen y presentan organismos e instituciones internacionales plenas de credibilidad. El boom del petróleo, iniciado en 1995, que hace años ha convertido a este pequeño país en el cuarto productor del África Subsahariana, sólo ha servido para que el régimen alcanzase unos niveles de cleptocracia tan notoria, que ni la comunidad internacional puede ya mirar para otro lado.
Teodoro Obiang Nguema, fiel a su línea y tradición autocrática, de nuevo prepara un fraude democrático a mayor gloria de su libérrima voluntad e interés político. Ante los nubarrones que para él representan los acontecimientos que se están dando en el Norte de África y en Oriente Medio en el último año, el autoproclamado Dictador de G.E. pretende una vez más burlarse de los pueblos que son los auténticos titulares de la Soberanía, presentarse ante la comunidad internacional como un reformista progresista y, al parecer, regular su propia sucesión en el poder, dicen, en la figura de su hijo “Teodorín”. Es realmente grotesco, y hasta dramático, a la luz del siglo XXI y de las últimas novedades que afectan a ambos personajes.
Y ¿qué hará el guineano de a pie que se halla sometido en el país al régimen del terror? Pues intentar seguir sobreviviendo. Son conscientes que en nada cambiará sus vidas el referéndum del día 13. Que aún si mostraran el arrojo que ya evidenciaron en las ocasiones en que se atrevieron a pronunciarse a su verdadero albedrío, como en las municipales de 1995 ganadas por la Plataforma de Oposición Conjunta (POC) y luego usurpadas por Teodoro Obiang Nguema, nada va a cambiar, salvo la puesta en muy alto riesgo no sólo de su integridad, sino la de todos sus próximos. Por ello nadie debe sorprenderse ni llevarse a engaño. No le podemos exigir al ciudadano que sea un héroe inútil. Cuando el guineano perciba que ha llagado la verdadera hora del cambio, sin duda dará fe de su verdadero talante y valor cívico ciudadano. En el ínterin bastante tienen con intentar sobrevivir en las condiciones en que han de hacerlo.